martes, 11 de octubre de 2011

1 Samuel – resumen


Por L M Grant


"Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón."
1 Samuel 16:7
Samuel es el primero de los profetas que fueron levantados por Dios debido al grave fracaso del sacerdocio. Los sacerdotes eran sucesorios, no así los profetas; el de ellos era un llamamiento estrictamente personal de Dios. Pero el fiel cuidado de Samuel para con Israel no fue correctamente apreciado, y ellos exigieron un rey. Dios les permitió su propio camino, y les dio la clase de rey que ellos desearon, Saúl, quien de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. Él comenzó bien, pero decayó rápidamente en todo propósito de obedecer a Dios; y Dios decretó en el capítulo 15:26 que su reinado debía cesar.

En el capítulo 16, David fue ungido rey por Samuel, aunque aún no asumió el trono; porque Dios, le permitió a Saúl ocuparlo por algún tiempo. Saúl se volvió con fiereza contra David, determinado a matarle. En esto David es un tipo de Cristo, ungido como el rey de Dios, sufriendo el rechazo, esperando pacientemente el tiempo en que Dios mismo ordenará de tal forma los eventos que él podrá asumir el trono.

Así Dios permite en el presente a los gobiernos humanos su dominio, mientras que Él ha determinado que sólo a Cristo se le puede confiar el lugar de autoridad soberana en el mundo. El libro finaliza con la triste historia de la muerte de Saúl y sus hijos. No se puede permitir que el hombre en la carne permanezca.

L M Grant

Iª SAMUEL: LA MUERTE DE LA CARNE
por Ray C. Stedman

 El Antiguo Testamento resulta maravillosamente claro a la hora de presentar estudios de personas o de grupos que llevan una vida normal o fuera de lo normal. Cualquiera que haya hecho un curso en psicología sabe que en el texto los estudios de personas o grupos sirven para ilustrar los principios que están siendo enseñados, en términos de personas o de incidentes reales y todo el Antiguo Testamento es así. Está lleno de los más fascinantes estudios de casos que sirven de ejemplo de los principios que Dios quiere que conozcamos. Sin embargo, en algunas ocasiones se encuentran ocultos como enigmas. Si le gustan a usted los criptogramas, los crucigramas y las adivinanzas, disfrutará usted descubriendo estas verdades del Antiguo Testamento. Habrá leído usted su Biblia (al menos en sentido figurado) con el Antiguo Testamento en una mano y el Nuevo en la otra, comparándolos todo el tiempo con su mente. En ellos se encontrará usted y el estudio de su propio caso reflejado.

 Primera de Samuel es la historia de dos hombres, de Saúl y de David. Estos dos hombres nos sirven de ejemplo para mostrarnos los dos principios que hay en el corazón de todo creyente que se esfuerza por andar en la presencia de Dios. Son los principios de la carne y de la fe. Saúl es el hombre que representa la carne y David el que representa la fe, el creyente carnal y el creyente espiritual. El hecho de que estos dos hombres fuesen reyes es un precioso ejemplo de la supremacía de la voluntad en la vida humana. Como muestra el libro de Ester, cada uno de nosotros es un rey sobre un reino y nuestra voluntad es suprema en nuestra vida y ni siquiera la transgrede la voluntad de Dios. Gobernamos sobre el reino de nuestra vida y nuestros asuntos, sobre las cosas que nos conciernen personalmente así como aquellas otras que tienen un impacto y ejercen una influencia sobre las vidas de otras personas. Por lo tanto, lo que usted, el rey, diga y haga, influencia todo el reino sobre el que usted reina.

 Estos dos reyes sirven de ejemplo de estos dos principios que están en conflicto en la vida de usted y en la mía. Saúl es un ejemplo de la ruina causada por la voluntad que depende de la carne. En David tenemos un precioso ejemplo de la bendición que produce la mente que actúa conforme al Espíritu. "Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz. En 1ª de Samuel las vidas de estos dos hombres sirven de ejemplo de este conflicto.

 El libro comienza de hecho con la historia de un tercer hombre, de Samuel, que es la expresión humana de la voz de Dios hablándole tanto a Saúl como a David. (Usted y yo tenemos en nuestras vidas la expresión de la voluntad de Dios para nosotros por medio de su Palabra transmitida por aquellos hombres y dirigentes de iglesia que nos enseñan y nos explican la palabra. Dios nos habla de manera objetiva además de subjetiva. Samuel es una imagen de ello.) Estos tres hombres sirven para establecer las partes en que se divide este libro. Los primeros siete capítulos nos hablan acerca de la vida de Samuel. Los capítulos 8 al 15 son acerca del Rey Saúl, el hombre según la carne. De los capítulos 16 al 31, David, el hombre de fe, se destaca como ejemplo de la mente que descansa en el Espíritu.

 Samuel fue el último de los jueces y el primero de los profetas. Los acontecimientos que se mencionan en este libro tienen lugar después de que Israel ha estado viviendo trescientos o más años gobernada por los jueces. (Durante ese tiempo sucedió el episodio de Rut.) Samuel es el instrumento escogido por Dios para concluir el gobierno de los jueces e introducir el principio del ministerio profético y de la monarquía.

 El libro empieza con la maravillosa historia de Ana, una mujer estéril, esposa de Elcana. Este hombre tenía dos mujeres. La otra mujer era una mujer prolífica, que ridiculizaba y se burlaba de la esterilidad de Ana. La infertilidad de Ana es muy simbólica, al aparecer al principio mismo del libro, porque es un ejemplo del estado espiritual de Israel en esos momentos. El pueblo al que Dios se le había manifestado había caído en un estado de absoluta infertilidad e infructuosidad. El sacerdocio que había establecido Dios, junto con el tabernáculo y sus rituales, es decir, los medios de los que se podía valer el pueblo para tener acceso a él, estaba empezando a desaparecer.

 La causa de esta situación la encontramos en el cántico de Ana, después de que fuese contestada la oración que había hecho a Dios y de que le diese un hijo, llamado Samuel. Toda mujer debería memorizar este glorioso cántico. En él Ana es una imagen del problema del que se ocupa esencialmente el libro.


"No multipliques palabras altaneras: cesen en vuestra boca las palabras insolentes. Porque Jehová es un Dios de todo saber; por él son examinadas todas las acciones. Los arcos de los fuertes son quebrados, pero los que tropiezan se ciñen de poder."El resto del canto destaca de una manera magnifica la habilidad que tiene Dios para exaltar a los humildes y humillar a los orgullosos.

 En este libro se destacan el eterno conflicto entre el corazón orgulloso, que confía en sí mismo y en su habilidad para resolver las cosas, y el espíritu humilde que espera en Dios, dependiendo enteramente de él, recibiendo toda la plenitud de su divina bendición. Ese era el problema que tenía Israel. El sacerdocio estaba fallando, no porque hubiese algo de malo en el sacerdocio (que no era otra cosa que la imagen del ministerio del Señor Jesucristo), sino porque el pueblo se negaba a inclinarse ante el Señor. Se negó a buscar ser limpios y a dejar atrás su adoración a los ídolos. Como resultado de ello, su acceso a Dios fue eliminado. Por lo tanto, el sacerdocio estaba a punto de desaparecer de la escena como un medio efectivo de meditación entre el pueblo y Dios.

 Al llegar a este punto nos encontramos con el relato, que conocemos tan bien, del nacimiento y la infancia de Samuel. Cuando Samuel no es más que un muchachito, le llevan al templo y es dedicado a Dios, convirtiéndose en la voz de Elí, el sacerdote, y recibiendo un mensaje de juicio. Más adelante se convierte en la voz de Dios ante la nación, en especial los dos reyes, Saúl y David. Los primeros siete capítulos nos cuentan la historia acerca del deterioro de Israel. El arca de Dios, aquel lugar donde Dios mismo escribió su nombre y donde moraba su presencia, fue llevada cautiva por los filisteos, que se la llevaron a su propio país. Debido a que Eli el sacerdote, no consiguió que sus hijos le obedeciesen (que es una poderosa palabra de advertencia acerca de la actual delincuencia juvenil), y a pesar de que su corazón era recto, es eliminado del sacerdocio. Y cuando nace el nieto de Eli, su madre le pone el nombre de Icabod, que quiere decir "gloria desaparecida. Aquí Israel llega a uno de sus estados más bajo de toda su historia nacional.

 Entonces es cuando aparece en escena el Rey Saúl. En el capítulo 8, versículos 4 y 5, el pueblo exige que les sea dado un rey, como tienen otras naciones:

"Entonces todos los ancianos de Israel se reunieron y fueron a Samuel, en Ramá, y le dijeron: --He aquí que tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos. Por eso, constitúyenos ahora un rey que nos gobierne, como tienen todas las naciones."El principio de la carne está manifestándose en la nación de Israel para destruir su comunión, la relación que tiene con Dios y su disfrute de su bendición. El mismo principio se halla entrelazado en la vida de cada cristiano, y puede expresarse de muy diversas maneras, que están claramente indicadas en todo este libro. La primera es que les sea concedida autoridad como al resto de las naciones. En otras palabras, que pueda seguir adelante con sus asuntos como lo hace el resto del mundo. Si nuestra mente la tenemos puesta en la carne, deseamos interponer el principio de la perspicacia en los negocios en todo lo relacionado con la iglesia, deseando adoptar las tácticas de venta del mundo, sin confiar en la estrategia del Espíritu Santo, sino nombrando un comité que planee un programa y entonces le pedimos a Dios que intervenga, lo bendiga y haga que funcione, aunque es nuestro programa en lugar de ser el suyo. Este principio está siempre funcionando, reflejado en el rechazo, por parte de Israel, de la autoridad y la soberanía de Dios y su deseo de ser gobernada como todas las demás naciones.

 Ahora bien, esta petición fue concedida por Dios. Samuel se mostró disgustado cuando le pidieron un rey, porque sabía que ese no era el programa de Dios, de modo que oró al Señor y él le dijo a Samuel:

"Y Jehová le dijo: --Escucha la voz del pueblo en todo lo que te diga, porque no es a ti a quien han desechado. Es a mí a quien han desechado, para que no reine sobre ellos. De la misma manera que han hecho conmigo desde el día en que los saqué de Egipto hasta el día de hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así hacen conmigo también. Ahora pues, escucha su voz, pero adviérteles solemnemente y declárales cuál será el proceder del rey que ha de reinar sobre ellos." (1ª Sam. 8:7-9)Así es como actúa siempre Dios. Creo que una de las más importantes lecciones que podemos aprender acerca de Dios es que cuando queremos algo con suficiente desesperación, nos lo concede, pero al mismo tiempo debemos de estar listos para afrontar las consecuencias. Esto se aplica a todo en la vida, ¿no es así? Supongamos que tengo delante de mi dos vasos de líquido y los dos parecen agua. Uno de ellos es, efectivamente agua, pero el otro es veneno. Tengo que decidir entre beberme el veneno o el agua. Si opto por beberme el veneno, ya no tendré influencia alguna sobre lo que suceda y los resultados serán inevitables. Una vez que haya decidido, tendré que aceptar los acontecimientos que tengan lugar a continuación. Por todas las Escrituras nos encontramos con que así es como Dios trata a los hombres. Si queremos algo con verdadera desesperación, podemos tenerlo. Pero cuando lo consigamos, no lo querremos. Si empezamos a tener hambre, sed y a anhelar lo que deseamos, como sucedió con este pueblo, en lugar de confiar en que Dios nos de lo que necesitamos, descubriremos que lo que deseábamos ya no es lo que queremos. Nuestro único recurso es volver a Dios, arrepentidos, y pedirle que nos dé lo que necesitamos.

 No olvidaré nunca haber oído contar al Dr. Ironside acerca de un incidente en la vida del Dr. William Evans de la Iglesia Presbiteriana de Hollywood. Su pequeña, que tenía unos ocho años de edad, vino a casa y le dijo a su padre: "Papá, quiero comprar unos patines en línea. Los demás niños tienen patines de rodamiento y eso es lo que yo quiero. A lo que él le contestó: "pero querida, si tienes ya unos patines. La niña le dijo: "Sí, ya lo sé papá, pero no son patines con las ruedas en línea, son con ruedas normales y no van tan rápido como los otros. El era un pastor y sus ingresos no eran muy generosos, de modo que le contestó a su hija: "Cariño, me temo que tendrás que arreglarte con los que tienes. No podemos costear comprar otros en estos momentos. Pero ella no estaba dispuesta a dejarle en paz. Esa noche cuando él volvió a casa de su trabajo, se encontró una nota sobre su mesa de trabajo que decía: "querido papá, sigo queriendo los patines con las ruedas en línea. Cuando se fue a acostar, había otra nota sobre su almohada, que decía: "papa, ¿me compras los patines con las ruedas en línea?

 Pues bien, él hizo lo que hubiésemos hecho nosotros; se las arregló para reunir el dinero y le compró los patines con las ruedas en línea y cuando se los dio a su hija, esta se mostró encantada. Abrazó a su padre, le besó y le dio las gracias. Entonces se puso sus patines y se dirigió hacia la puerta y se marchó patinando por la acera dando la vuelta a la esquina. Esa fue la última vez que la vieron bien y con vida. Al dar la vuelta a la esquina, resbaló, se cayó y se golpeó la cabeza contra la acera. La llevaron a su casa en estado de coma y murió en el hospital antes de que anocheciese. "Desde entonces, dijo el Dr. Evans, "cuando quiero que Dios me dé algo y me da la impresión de que no está dispuesto a darme lo que le estoy pidiendo a gritos, el Espíritu me recuerda:

 "¿Estás pidiendo unos patines en línea? Eso fue lo que sucedió en Israel y sigue siendo el mismo principio que se aplica hoy a nuestras vidas.

 A continuación nos encontramos con la impresionante historia de Saúl. Es el relato fascinante de un joven, como tantos jóvenes de hoy en día, que vivía teniéndole sin cuidado y sin ningún interés en lo que Dios pudiera desear para él. Estaba muy ocupado participando en el negocio de los burros con su padre y los burros requieren muchos cuidados. Samuel estaba gobernando y juzgando a la nación y a ellos les complacía dejar que él se hiciese responsable porque Saúl y su padre estaban demasiado ocupados con el negocio de los borricos. Es maravilloso poder seguir el curso de lo que hizo Dios con este hombre y de qué modo se manifestó a él. Aquí tenemos el caso de un joven que elimina a Dios de sus pensamientos, que no tiene tiempo para él ni ningún interés auténtico en él. Todos conocemos a personas como Saúl. ¿Cómo cree usted que Dios tocó su vida? La verdad es que hizo lo que era perfectamente evidente. El mismo se metió en el negocio de los burros, hizo que se perdieran los burros de Saúl. Cuando estos se extraviaron, Saúl se mostró irritado y ni siquiera se le pasó por la mente que Dios pudiera tener algo que ver en el asunto. Lo único que se le ocurrió fue que era posible que alguien hubiese dejado la verja por la que salían a pastar abierta, por lo que salió en busca de los borriquillos.

 Después de una prolongada e infructuosa búsqueda, llegó a la ciudad en la que vivía Samuel. En el capítulo 5 vemos que está a punto de darse por vencido y regresar a su casa, cuando su criado le dijo: "Vayamos y preguntemos al hombre de Dios, que vive aquí, dónde están los burros. Saúl no se mostró muy entusiasmado con aquella idea. De hecho, lo que quería era mantenerse lo más alejado posible del profeta, porque los profetas eran personas muy inquietantes, y lo que deseaba era regresar a su casa, pero el criado prevaleció sobre él para que fuese a ver a Samuel, y ante la sorpresa de Saúl, Samuel le estaba esperando. Dios le había dicho el día anterior a Samuel que vendría a su puerta un joven llamado Saúl y Samuel le tenía preparada una buena cena para Saúl y sus sedientos invitados y Saúl, ante su consternación, era su invitado de honor y apenas si sabía lo que estaba sucediendo. Los dichosos burros le habían metido en aquel lío y lo que quería era salir de él tan pronto como fuese posible, pero Samuel le cogió a un lado cuando acabaron de cenar y le anunció algo realmente asombroso:

  "Dios te ha ungido le dijo Samuel, "para ser rey de Israel. (10:1)

 Saúl había salido con el propósito de buscar a los borriquillos y había acabado como rey de Israel y no tenía el más mínimo interés en el trabajo, pero Samuel le dijo que Dios le enviaría tres señales de que estaría con él, y luego le envió a casa. Y claro, aquellas señales se cumplieron: una, dos y tres. La primera era que se encontraría con un grupo de profetas y el Espíritu de Dios se posaría sobre él y comenzaría a profetizar. Cuando Saúl comenzó a profetizar juntamente con los demás estudiantes del seminario, es decir, todos aquellos que asistían a la escuela de los profetas, se corrió la voz por toda Israel y la gente decía: "¿Acaso el hijo de Quis es también uno de los profetas? (10:11) Cuando Saúl iba hacia su casa se encontró con su tío, que le dijo: "¿Qué ha estado sucediendo? A lo que Saúl le contestó: "Salí en busca de los burros y me encontré con Samuel y me dijo que los burros estaban a salvo en casa. (10:14-16) No le dijo ni una palabra acerca de la unción ni la nueva comisión que le había encomendado Dios. Saúl quería sacarle el máximo provecho a su vida y no tenía el más mínimo interés en lo que Dios pudiera desear que hiciese, a menos que pudiera valerse de Dios para llevar a cabo sus propios propósitos, de modo que no le dijo nada. Pero Samuel no había acabado con él. Le dijo al pueblo de Israel que Dios había escuchado la petición de ellos y les iba a dar un rey, de acuerdo con sus deseos. Samuel reúne a todo el pueblo con el fin de echar suertes para escoger un rey. La suerte es echada para empezar sobre las tribus y cae sobre la de Benjamin. A continuación sobre el grupo familiar y recae sobre la familia de Quis y a continuación sobre las diferentes personas y recae sobre Saúl.

  Entonces todo el pueblo comenzó a preguntar: ¿Dónde está Saúl? Nadie podía encontrarle en ninguna parte y finalmente el Señor dijo: "Se ha ocultado entre los equipajes. Y allí fue donde le encontraron.
¿Por qué se había ocultado? ¿Era debido a que era tan modesto que no quería que nadie organizase ninguna celebración por su causa? ¿Podía ser debido a que era tímido y apocado? No, el relato indica que Saúl se había ocultado porque le resultaba bastante inconveniente hacer lo que Dios deseaba que hiciese. Quería vivir su propia vida a su manera y estaba intentando alejarse del llamamiento de Dios.

 Pero Dios le había llamado y fue coronado rey. Al hallarse en medio de todo aquel pueblo este prorrumpió en gritos diciendo: "¡Mirad qué rey tenemos! Tenía la estampa misma de un rey: su cabeza y sus hombros se erguían por encima de los demás hombres, era un hombre de lo más apuesto, un joven muy sabio en muchos sentidos, justo a la hora de impartir justicia, pero en aquellos momentos tenían problemas con los amonitas que se encontraban al norte. Saúl manda a convocar a todo el pueblo para que se reúnan y ante su gran satisfacción, treinta y seis mil personas responden a su llamamiento. Todos juntos se dirigen hacia donde se encuentran los amonitas y los destruyen, consiguiendo una gran victoria. Y Saúl empieza a sentir que ese asunto de servir a Dios posiblemente no esté tan mal y hasta era posible que lo pudiera usar para su propio beneficio. Pero la próxima batalla con la que se enfrenta es con los filisteos. Sucedía que los filisteos no eran sencillamente una tribu, que fuese poderosa solo en su propio territorio limitado, como había sucedido con los amonitas, sino que Saúl se tiene que enfrentar con una nación que era equivalente a la Unión Soviética o los Estados Unidos, una de las principales potencias mundiales. Al enterarse los filisteos de la pequeña dificultad con que Jonathán, el hijo de Saúl, había causado al derrotar a su ejército en Gaba, reunieron a treinta mil cuadrigas de hierro, seis mil hombres de a caballo y una multitud de gente tan enorme que ni siquiera los propios filisteos podían contarlas.

 Cuando Saúl miró por la ventana y vio a aquella horda de personas que avanzaban hacia él, se dio cuenta de que su labor como rey no era tan fascinante como había pensado. De modo que volvió a mandar recado de nuevo por toda Israel, esperando que su pueblo le apoyase como lo había hecho con anterioridad. Esperó y esperó, y por fin aparecieron mil personas y luego otras mil y otras mil. Sucedía que aquellas eran las tres mil tropas que él había seleccionado ya y esperaba que viniesen más, pero no fue así. Comparó entonces aquellos tres mil que no eran nada en comparación con la multitud y la tremenda fuerza con que contaban los filisteos y mandó llamar a Samuel, que le dijo que le esperase en Gilgal mientras él ofrecía un holocausto al Señor. El hombre carnal depende de sus propios recursos hasta que se mete en problemas y entonces es cuando clama al Señor, pidiendo su ayuda. Pero como siempre, Dios le llevaba la delantera a Saúl y Samuel se demoró en regresar.

 Mientras Saúl esperaba, no hacía más que ver como sus soldados se iban marchando uno por uno, regresando a sus casas, de manera que los tres mil soldados quedaron reducidos a dos mil y luego a mil, hasta que por fin no le quedaron más que 600 hombres. Para entonces, Saúl estaba desesperado y cuando, después de cinco o seis días, Samuel no hubo regresado, Saúl decidió él mismo ofrecer un holocausto. En cuanto hubo acabado, apareció Samuel en escena. El anciano profeta tenía una expresión muy seria al decirle: "¿Qué has estado haciendo? a lo que Saúl le contestó: "Bueno, te he estado esperando, pero cuando vi que los hombres regresaban a sus casas, pensé que debía hacer algo, de modo que finalmente me obligué a mi mismo a ofrecer el holocausto. Sabía que no podíamos atrevernos a salir a la batalla sin hacer antes esta clase de ritual y como no estabas aquí, lo hice yo mismo. (13:12) Cuando lo oyó, Samuel le dijo a Saúl:


"Pero ahora tu reino no será duradero, Jehová se ha buscado un hombre según su corazón, a quien Jehová ha designado como el soberano de su pueblo, porque tú no has guardado lo que Jehová te mandó." (13:14)De este modo fue profetizado que a Saúl le arrebatarían el reino.

 Al seguir leyendo, nos encontramos con que Dios concedió una gran victoria, gracias a la fe de Jonathán, y libró a su pueblo de la enorme horda de los filisteos. Cuando se hubo por fin ganado la batalla, Saúl construyó un altar.

 Es el primer altar que se nos dice concretamente que edificó jamás el rey Saúl. Aquí tenemos el caso de un hombre que cree que lo único que se necesitan son las señales externas de la fe. Si se cumplen los rituales externos, si se es miembro de una iglesia, si se cantan los himnos, si se dicen las cosas apropiadas, si se confiesa el credo correcto, es todo cuanto Dios espera. Ese es el principio del hombre carnal, pero Dios nos dice que cuando actuamos conforme a esa base, él nos quita el dominio sobre nuestra propia vida y ya no podemos seguir teniendo autoridad sobre nuestro reino, sino que nos convertimos en esclavos de una fuerza inexorable que nos destroza y que nos tiene sometidos a ella. Eso es lo que descubre antes o después todo aquel que vive conforme a la carne. Cuando cedemos a aquello a lo que obedecemos, como dijo Pablo en Romanos, nos convertimos en esclavos de esa cosa (Rom. 6:16) y eso fue precisamente lo que le pasó a Saúl. Después de haber edificado un altar, Dios hace que caiga sobre sus rodillas y le concede una última oportunidad. Al principio del capítulo 15 dice:

"Samuel dijo a Saúl: --Jehová me envió para ungirte como rey de su pueblo Israel. Escucha, pues, ahora las palabras de Jehová. Así ha dicho Jehová de los Ejércitos: Yo castigaré a Amalec por lo que hizo a Israel, porque se le opuso en el camino cuando subía a Egipto. Ve ahora y ataca a Amalec, destruye completamente todo lo que le pertenece. No le perdones la vida; mata a hombres y mujeres, a niños y a bebés, vacas y ovejas, camellos y asnos."Esta era la última oportunidad de Saúl, porque si Saúl hubiese obedecido a este mandamiento, hubiera demostrado que estaba dispuesto a permitir que la cruz realizase su obra en contra de la carne, crucificándola y haciéndola morir. Amalec es una imagen, en todas las Escrituras, del principio de la carne que se opone a las cosas de Dios. Amalec era aquel pueblo acerca del cual Moisés le había dicho a Israel: "Por cuanto alzó su mano contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra contra Amalec de generación en generación. (Exo. 17:16) Y a Saúl le fue dada esta remisión que cumplir, pero ¿la cumplió?

"Y Saúl derrotó a los amalequitas desde Havila hasta las inmediaciones de Shur, al este de Egipto. Capturó vivo a Agag, rey de Amalec, y destruyó a filo de espada a todo el pueblo. Sin embargo, Saúl y el pueblo perdonaron la vida a Agag, a lo mejor de las ovejas y de las vacas y de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno, lo cual no quisieron destruir. Pero destruyeron todo lo despreciable y sin valor." (15:7-9)¿Despreciable en opinión de quién? Me pregunto si lo que deseaba salvar Saúl no serían los burros. Después de todo, apreciaba los animales de la granja y probablemente razonaría diciendo: "¿Por qué hemos de destruir a estos animales que son perfectamente buenos? Pretendió hallar algo bueno en lo que Dios había declarado totalmente malo. Pablo escribe diciendo que debemos "despojarnos de la antigua naturaleza con sus prácticas, como son los celos, la perversidad, la amargura, la envidia, la ira, la intemperancia, el egoísmo y todas estas cosas. (Col. 3:9) Pero la mente carnal dice: "Vale la pena conservar algunas de estas cosas. Difícilmente puedo ser una verdadera personalidad si no conservo un genio vivo y si de vez en cuando no puedo reprender a la gente.

De modo que pretendemos hallar el bien en aquello que Dios ha declarado malo.
El resultado fue que Samuel vino a Saúl y le preguntó: "¿Cómo has estado? a lo que este le contestó: "De maravilla. He hecho todo lo que me dijo el Señor, he matado a los amalequitas y lo he destruido todo, tal y como me dijo el Señor que lo hiciese. Samuel aguzó el oído y dijo: "¿Qué es lo que oigo? ¿Qué es ese sonido de balidos y mugidos que oigo por la ventana? ¿Por qué están ahí fuera esos animales? Saúl le contestó: "Bueno, es cierto que he salvado la vida a unos pocos, pensé que a Dios le complacería si se los dedicaba a él. Esta es una excusa que usamos ¿no es cierto? Lo que deseamos conservar, pretendemos dedicárselo a Dios y fue la misma treta que también usó Saúl.

"Samuel dijo: --Aunque eres insignificante ante tus propios ojos, ¿no fuiste hecho cabeza de las tribus de Israel? ¿No te ha ungido Jehová como rey sobre Israel? Jehová te ha encomendado una misión y te ha dicho: Ve y destruye completamente a estos pecadores de Amalec. Hazles la guerra hasta que los extermines., ¿Por qué, pues, no has obedecido la voz de Jehová? ¿Por qué te lanzaste sobre el botín e hiciste lo malo ante los ojos de Jehová?....¿Se complace tanto Jehová en los holocaustos y los sacrificios como en que la palabra de Jehová sea obedecida? Ciertamente el obedecer es mejor que el sebo de los carneros. Porque la rebeldía es como el pecado de adivinación, y la obstinación es como la iniquidad de la idolatría. Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehová, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey." (15:17-23)Ningún hombre puede caminar en la autoridad y la libertad que Dios ha deseado para sus hijos, si rechaza la autoridad del Espíritu de Dios en su vida y esa es principalmente la historia de Saúl.

 La historia de David, que empieza en el capítulo 16, es el relato de un hombre conforme al corazón de Dios. En esta historia de David nos encontramos con lecciones de gran valor, como su rechazo y su exilio. Fue escogido entre los ocho hijos de Isaí. Los siete hijos mayores pasaron ante Samuel y cada uno de ellos parecía un futuro rey hasta que Dios le dijo a Samuel: "este no es el que yo he escogido. Finalmente apareció el más joven, que era el más enjuto, que se llamaba David y Dios puso su sello sobre él. Dios no había basado su elección en el aspecto exterior, sino que había mirado el corazón del joven.

 David no ocupó el trono de inmediato, como sucedió en el caso de Saúl, sino que fue sometido a prueba y tuvo que enfrentarse con la adversidad. Este es el principio que sigue Dios con frecuencia y lo aplica al hombre que aprende a caminar según la fe. Tiene que pasar por un período de confusión, de prueba y de problemas. Parece como si todo fuese en su contra y por fin reconoce el gran principio mediante el cual Dios realiza siempre su actividad, que el hombre nada puede hacer por sí mismo, sino que debe de depender total y completamente de Dios, que mora en él. Eso fue lo que aprendió David cuando no era más que un pastorcillo, a fin de que pudiera decir: "Jehová es mi pastor; nada me faltará. En prados de tiernos pastos me hace descansar. Junto a aguas tranquilas me conduce. Confortará mi alma. (Salmos 23:1-3a).

 Nos encontramos con las pruebas por las que tiene que pasar David al hallarse cara a cara con el gigante Goliat. Israel se encontraba atemorizada y acobardada por aquel gigante que se paseaba de un sitio a otro entre los ejércitos, ridiculizando y burlándose de la impotencia de los israelitas y nadie se atrevía a hacerle nada. Aquel gigante se pavoneaba en su arrogante orgullo de arriba abajo, golpeándose el pecho y exigiendo que enviasen a alguien a pelear con él y nadie se atrevía a enfrentarse con él. Cuando David, un joven de corta estatura, llegó después de haber estado cuidando de sus rebaños, para llevarle la comida a sus hermanos, se encontró a todo el campamento de Israel sumido en la tristeza y la desesperación. Entonces se acercó y preguntó: "¿quién es este filisteo incircunciso para que desafíe a los escuadrones del Dios viviente? (17:26) Ese es siempre el punto de vista de la fe, que no se deja estremecer por las circunstancias.

 A Saúl le llega la noticia de aquel joven que estaba entre ellos y le pregunta a David qué quiere hacer. "Iré y pelearé con él le contesta. Saúl, pensando serle de ayuda, manda que le pongan una armadura a David. Saúl era casi medio metro más alto que David y una vez que se la puso David se encontró con que la armadura comenzaba a hacer sonidos mecánicos y a estorbarle. David intentó moverse con ella, pero no pudo dar un paso así que dijo: "traedme un abrelatas y sacadme de esto. A continuación David se fue hacia el arroyo y cogió cinco piedrecitas lisas.


¿Por qué cinco? Un poco más adelante, en 2ª de Samuel leeremos que Goliat tenía cuatro hermanos, por eso fue por lo que cogió cinco piedrecitas, ¡Estaba preparado para enfrentarse con toda la familia!


David salió, se colocó el tirachinas alrededor de la cabeza y Goliat cayó en tierra con el sonido de la piedra entre sus ojos. Alguien ha dicho que lo último que dijo fue: "nunca se me había metido nada semejante en la mente. El caso es que fue derrotado y David cogió la espada que había sido de Goliat y le cortó la cabeza con ella. ¡Qué imagen tan gloriosa de aquel que se enfrentó con el mayor enemigo de la humanidad y lo mató cara a cara con su propia espada. Leemos en Hebreos 2:14 que mediante la muerte el Señor Jesús destruyó al que tenía el poder de la muerte, al demonio. David se convierte aquí no solo en la imagen de Cristo, sino además del creyente que vive su vida para Cristo.


A este suceso le sigue el de los celos tan grandes que tenía Saúl de David. Desde el capítulo 18 en adelante leemos acerca de cómo persigue Saúl cada vez más a David, un ejemplo vivo del principio que expone Pablo en Gálatas, donde dice:



"Pero como en aquel tiempo, el que fue engendrado según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así es ahora también." (Gál. 4:29)

"Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne...para que no hagáis lo que quisierais." (Gal. 5:17)De modo que Saúl estuvo persiguiendo a David e intentando matarle. Fue durante ese tiempo cuando escribió David tantos de sus salmos, esos maravillosos cánticos que hablan acerca de la fidelidad de Dios en medio de las situaciones más deprimentes. David se vio perseguido y finalmente exilado de la presencia de Saúl.

 En los capítulo 21 y 22 nos encontramos con la plenitud de Dios y su abundante provisión a David incluso en el exilio, al que le da los panes de la proposición del tabernáculo. Este pan, que representa la presencia de Dios, es una imagen de ese cuidado secreto que recibe todo aquel que pasa por problemas muy difíciles, pero que espera en Dios para que le libere. A los tales Dios les da del pan oculto, del pan de la misma mesa de la Cena del Señor. Jesús dijo: "yo soy el pan de vida (Juan 6:35). "Así como yo vivo por el Padre, de la misma manera el que me come también vivirá por mí. (Juan 6:57) Cuando David, el rey estuvo en el exilio, tuvo a un profeta, llamado Gad y a un sacerdote, llamado Abiatar, cuyos recursos estuvieron a su disposición a pesar de que le estaban intentando cazar como a un pájaro en las montañas, de la misma manera que cuando tiene usted problemas y no puede a duras penas arreglarlos, puede usted encontrar en Jesucristo (que es nuestro profeta, nuestro sacerdote y nuestro rey) todo cuanto es necesario para ayudarnos a vencer las dificultades gracias a la puerta que Dios nos abre y eso fue lo que le sucedió a David, que se negó a actuar por sí mismo. En dos ocasiones le perdonó la vida a Saúl al entregarle Dios en su mano. Dando muestras de un extraordinario espíritu de fidelidad, esperó a que Dios resolviese sus problemas.

 Al final del libro, nos encontramos con el fin de la carnalidad del hombre. Saúl se mete, por pura desesperación, en brujerías con el propósito de intentar leer la mente del Señor una vez que se hubo apartado de él el Espíritu de Dios. Aunque la brujería estaba totalmente prohibida al pueblo de Dios, Saúl llama a una bruja de Endor e intenta que ella llame al espíritu de Samuel. Dios anula esta orden y no envia a un espíritu que asumiese su personalidad, como esperaba la bruja que sucediese, sino al verdadero Samuel que le anuncia a Saúl su muerte inminente en el campo de batalla al día siguiente.

 Fiel a la profecía, Saúl y su hijo, Jonathán, el amigo del alma de David, mueren y David, que era un hombre de fe, en los primeros capítulos de 2ª de Samuel, les ensalza a ambos como hombres usados por Dios, a pesar de sus debilidades. La muerte de Saúl es un buen ejemplo de las Palabras de Pablo en 1ª de Corintios 3 acerca del creyente carnal y su obra: "Si la obra de alguien es quemada, él sufrirá pérdida; aunque él mismo será salvo, pero apenas, como por fuego.

 De este modo, Saúl se une a Samuel en la vida del mas allá, pero como uno cuya vida terrenal ha sido esencialmente desperdiciada y cuya oportunidad de servicio se verá en la gloria considerablemente disminuida.

jueves, 11 de agosto de 2011

Acuerdo de Vida en Pareja (AVP)

Porque la Iglesia, no aprueba la Homosexualidad
Se nos llama intransigente, retrógrados y hasta gente discriminadoras. Estos son los echos que presentamos.
Esta semana se ha firmado un acuerdo para legislar a favor de un Acuerdo de Vida en Pareja (AVP), que busca regular a las parejas de hecho tanto hétero como homosexuales.

Este es nuestro argumento:
"Y creó Dios al hombre a su  imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y
los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos" Génesis 1:27-28.

Así como nuestro Universo tiene un principio, el matrimonio entre hombre y mujer tiene un principio y ese principio es Dios. Así como Científicos y físicos, descubrieron y no inventaros, el Big Bang; no es la Iglesia la que aprueba o desaprueba la Homosexualidad, es Dios que nos muestra a través de la biblia cual es su propósito para el hombre, cual es su principio, cual es su voluntad.
Existen leyes físicas que aunque quesiera cambiar, no puedo alterar. La ley de la Gravitación Universal es una ley física clásica que describe la interacción gravitatoria entre distintos cuerpos con masa, no tengo que creer en ella, sin saber que existe la veo actuar en la naturaleza, no puedo escapar de ella.

Existe la ley de Dios, que aunque no la queramos aceptar ella es la que gobierna el universo, no es la Iglesia o la religión, es Dios.
La Biblia nos enseña:
1º Principio: que el propósito de Dios, fue  de crear al hombre a su imagen y semejanza.
2º Principio: Dios creo al hombre y la mujer para fructificare y multiplicarse. La institución del matrimonio es un don de Dios. No es el estado el que crea esta institución, no es la Iglesia o religión, es Dios.

"Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne."Génesis 2: 24

 Las palabras de este versículo, son parte de la declaración hecha por Dios acerca del matrimonio. Estas palabras expresan la más profunda unidad física y espiritual del hombre y la mujer, y presentan la monogamia delante del mundo como la forma de matrimonio establecida por Dios.

Serán una sola carne: La unión de esposo y esposa se expresa en palabras inconfundibles, existiendo como es en realidad unión de cuerpos, comunidad de intereses y reciprocidad de afectos. No hay pecado cuando estamos dentro de los principios de Dios, dentro de las leyes que Dios, y no la Religión y/o Iglesia, estableció para el hombre.
Pecado, una palabra que puede sonar muy radical, y fundamentalista pero que significa: " desviación de un curso recto", "herrar el blanco", " tropezar".

¿Cual es la voluntad de Dios para el hombre?
¿Hemos desviado el curso?

"Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana." Isaias 1:18.

La biblia nos ayuda a conocer, cuales son los principios establecidos por Dios, no es la Iglesia, ni la religión; es Dios quien estableció estos principio.

"Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa." Romano 1:18-20

No tenemos escusa ante Dios, el nos ha dejado su ley, la quieras aceptar o no.

lunes, 25 de julio de 2011

Antiguao Testamento por Martin Lutero

Quinto Libro del Pentateuco


En el quinto libro, habiendo sido castigado el pueblo por su desobediencia y habiéndolos Dios estimulado un poco con su gracia, de modo que, por su benevolencia demostrada al entregarles dos reinos, ellos se sintieron movidos a cumplir gustosamente su ley, Moisés repite toda la ley con todos los sucesos que les habían ocurrido (excepto lo concerniente al sacerdocio), y aclara de nuevo todo lo relativo al gobierno secular y espiritual de un pueblo. Así Moisés, como perfecto legislador, hace suficientemente todo lo que es propio de su oficio, no promulgando la ley únicamente, sino asistiendo en su cumplimiento, y cuando había fallas, dando las explicaciones del caso y reiterándola de nuevo.

 Pero esta explicación, en el quinto libro, no contiene realmente otra cosa que fe en Dios y amor al prójimo, pues hacia ello tienden todas las leyes de Dios. Por eso se opone Moisés con su explicación a iodo lo que tiende a destruir la fe en Dios, hasta el capítulo 20; y todo lo que tiende a impedir el amor, hasta el final del libro.

En este punto es preciso observar, en primer término, que Moisés enmarcó tan minuciosamente al pueblo dentro de leyes, con el fin de no dejar ningún lugar a la razón para elegir alguna obra o inventar un culto divino propio.

Porque no enseña únicamente a temer y amar a Dios y confiar en él, sino que también ofrece diversas formas de culto divino externo, con sacrificios, votos, ayunos, mortificaciones, etc., de modo que nadie tiene necesidad de elegir algo distinto. Así también enseña a plantar, a labrar, a casarse, a luchar, a dirigir a los hijos, los sirvientes y la casa, a comprar y vender, a prestar y devolver, y todo lo que ha va que hacer, tanto externa como internamente, a tal punto que algunos de estos reglamentos parecen a primera vista tontos y vanos.

Pero, por qué, estimado amigo, procede Dios de esta manera?
En último término, porque ha tomado a este pueblo para que sea suyo y para que él fuera su Dios: por eso los quería regir de tal modo que todo su actuar fuese seguramente recto delante de él. Pues si alguien hace algo que no ha sido prefijado por la palabra de Dios, no tiene valor ante Dios y es inútil. Pues él prohíbe en los capítulos 4 y 13 del quinto libro todo agregado a sus leyes y en el capítulo 12 dice que no deben hacer lo que a ellos les parezca correcto.

También el Salterio y todos los profetas se lamentan de que el pueblo ejecute buenas obras escogidas por ellos mismos y que Dios no había ordenado. Pues él no quiere y no puede tolerar que los suyos emprendan algo que él no ha mandado, por muy bueno que sea.

 Porque la obediencia, la cual se atiene a la palabra de Dios, es la más excelente y noble de todas las obras.

Ya que en esta vida no se puede carecer de una forma externa de culto y de proceder, les ha ofrecido diversas formas, enmarcándolas en su mandamiento, a fin de que, si quisieran o debieran tributar a Dios un culto externo, escogiesen el indicado por Dios y no uno de su propia invención, y para que con ello estuviesen seguros y ciertos de que esta su acción se realizaba en el marco de la palabra y de la obediencia de Dios.
Así pues, les estaba estrictamente vedado seguir su razón y su libre voluntad para hacer el bien y vivir en rectitud, y sin embargo tenían estipulado y determinado más que suficientemente sitio, lugar, tiempo, persona, obra y forma, de tal modo que no se podían quejar ni tenían necesidad de seguir el ejemplo de cultos divinos extraños.

En segundo lugar, es preciso observar que hay tres clases de leyes. Algunas tratan solamente de bienes temporales, como las leyes imperiales entre nosotros. Éstas han sido establecidas por Dios principalmente a causa de los malos, a fin de que no hicieran cosas aún peores, por tal motivo, dichas leyes son represivas más que instructivas, como cuando Moisés ordena dar a la mujer una carta de divorcio en caso de separación; o que un hombre apremie a su mujer mediante una “ofrenda de celos”, o que un hombre casado pueda tomar otras mujeres. Todas éstas son leyes civiles. Hay otras, sin embargo, que enseñan sobre el culto divino externo, como ya se ha dicho.

Por encima de las leyes anteriores, están las de la fe y del amor, de modo que éstas deben servir de pauta a todas las tiernas. Todas estas leyes tendrán vigencia mientras su cumplimiento no atente contra la fe y el amor. Si atentan contra la fe y el amor quedan sin efecto.

Por eso leemos que David no mató al asesino Joab, aunque éste había merecido dos veces  la muerte ir'; y en el segundo libro de Samuel promete a la mujer de Tecoa que su hijo no morirá aunque había estrangulado a su hermano; tampoco mató a Absalón ; él mismo, David, comió del pan sagrado de los sacerdotes, 1ª Samuel 21; Tamar piensa que el rey le puede dar como esposo a Amnón, su hermanastro.

 De ésta y de otras historias similares se advierte que los reyes, sacerdotes y superiores a menudo pusieron fuera de vigencia la ley cuando la fe y el amor así lo exigían. Por consiguiente, la fe y el amor deben ser la maestra de todas las leves y deben tenerlas a todas bajo su poder. Porque, siendo así que todas las leyes instan la fe y el amor, no debe valer ninguna ley, ni siquiera existir, si entra en contradicción con la fe o con el amor.

Por eso los judíos se equivocan grandemente hasta el día de hoy al insistir tan estricta y severamente en el cumplimiento de algunas leyes de Moisés, prefiriendo sacrificar el amor y la paz antes que comer o beber con nosotros o hacer cosas semejantes, no viendo la verdadera intención de la ley.

Porque esta comprensión es necesaria para todos aquellos que viven bajo la ley, no solamente para los judíos. Pues hasta el mismo Cristo dice, Mateo 12, que se puede quebrantar el sábado, si un buey ha caído en una zanja, y sacarlo, lo cual es solamente una necesidad y perjuicio temporal.

Cuánto más se ha de traspasar toda clase de leyes si lo exige una necesidad corporal, siempre que nada atente contra la fe y el amor. El mismo Cristo da el ejemplo cuando dice que David comió los panes sagrados, Marcos 2.


Pero, ¿por qué motivo expone Moisés las leyes en una forma tan desordenada? ¿Por qué no coloca las leyes que se refieren a lo secular, por un lado; las que se refieren a lo espiritual, por otro, y la fe y el amor también en un grupo aparte?

Además, repite a veces una ley tan a menudo y usa una palabra con tanta frecuencia que resulta tedioso leerlo o escucharlo.

Respuesta: Moisés escribe de acuerdo con las circunstancias, de manera que su libro es una imagen e ilustración del gobierno y de la vida. Pues así ocurre cuando estas leyes están en vigor, que una vez hay que hacer una obra y otra vez otra, y ningún hombre puede organizar su vida de tal modo que, si la quiere llevar de una manera agradable a Dios, practique por un día leyes puramente seculares y otro día leyes puramente espirituales.

 Dios es el que entremezcla todas las leyes, como las estrellas en el cielo o las flores en el campo, de manera que el hombre debe estar preparado en toda hora para iodo, y para hacer lo que el momento exija. Así también está entremezclado el contenido del libro de Moisés.

El hecho de que él inste y repita tan a menudo la misma cosa indica también el carácter de su oficio. Pues quien quiera gobernar a un pueblo con leyes debe insistir y porfiar constantemente, y andar a golpes con el pueblo como si fuesen asnos. Pues ninguna obra mandada por la ley se hace con placer y amor, todo se hace por obligación y compulsión.

 Precisamente porque Moisés es un legislador, debe indicar con su insistencia que una obra de la ley es una dura obligación y debe agobiar al pueblo, hasta que por tal insistencia reconozca su enfermedad y su aversión a la ley de Dios y desee la gracia de Dios, como sigue a continuación.

En tercer lugar, la principal intención de Moisés es revelar los pecados mediante la ley y desbaratar toda presunción de la capacidad humana; por eso San Pablo lo llama, en Gálatas 2, "un ministro de los pecados", y a su oficio un "oficio de muerte", 2ª Corintios 3. También dice en Romanos 3 y 7 que mediante la ley no viene sino el reconocimiento de los pecados; y en otra parte afirma, en Romanos 3: Por la obra de la ley nadie se hace justo ante Dios. Pues Moisés no puede hacer otra cosa con la ley sino indicar lo que hay que hacer y lo que hay que dejar de hacer. Pero no nos otorga el poder y la fuerza para hacerlo o dejar de hacerlo, dejándonos por consiguiente hundidos en el pecado.
Si,  pues,  permanecemos  hundidos  en  el  pecado,  la muerte nos acosa en seguida como venganza y castigo por el pecado. Por eso San Pablo  llama  al  pecado  "aguijón"  de  la  muerte,  ya que la muerte" ejerce todo su derecho y poder en nosotros mediante el pecado.

 Pero si no estuviese la ley, tampoco habría pecado. Por eso todo es consecuencia  del  oficio de Moisés,  que excita y reprende el pecado mediante la ley. Así, al pecado le sigue forzosamente la muerte; de este modo se explica que el oficio de Moisés sea llamado apropiadamente por San Pablo un oficio de pecado y muerte, ya que con su legislar, no nos acarrea otra cosa que pecado y muerte.
Sin embargo, este oficio que habla de muerte y pecado es bueno y muy necesario, porque donde no existe la ley de Dios, ahí la razón humana  es tan ciega que ni siquiera puede  reconocer  los   pecados.

 Pues ninguna razón humana  puede saber que la incredulidad  y el desesperar de Dios sea pecado; en efecto, desconoce que se debe creer y confiar en Dios; entonces sigue empedernida  en su ceguera y no siente nunca  más esos  pecados,  haciendo  entretanto  algunas buenas obras y siguiendo una vida de apariencia honorable.

Entonces piensa que ya está en la posición correcta sin que haga falta otra cosa, como se observa en los paganos y en los hipócritas cuando tratan  de vivir lo más  perfectamente  posible.  Asimismo,  también   desconoce  que  la mala inclinación de la carne y el odio contra los  enemigos es pecado; sino que, al observar y experimentar que todos los hombres tienen esta tendencia, considera que es una cosa natural y correcta, pensando que es suficiente si se evitan exteriormente las malas obras.

Así es como sigue considerando su enfermedad como fortaleza, su pecado como algo correcto, su maldad como algo bueno, no pudiendo llegar a más.

Para eliminar esta ceguera y pertinaz engreimiento se hace necesario el oficio de Moisés. Pero el caso es que no los puede eliminar, a menos que los ponga al descubierto y los dé a conocer. Esto se hace mediante la ley, enseñando que hay que temer, confiar, creer y amar a Dios; y además no abrigar malos deseos ni tener odio contra ninguna persona.

Cuando la naturaleza escucha tales cosas, tiene que espantarse; pues no evidencia ciertamente ni confianza, ni fe, ni temor, ni amor a Dios; asimismo, tampoco amor ni deseos puros hacia el prójimo, sino sólo incredulidad, duda, desprecio y odio a Dios y pura mala voluntad y malos deseos para con el prójimo.

 Cuando advierte tal cosa, entonces aparece súbitamente delante de sus ojos la muerte que quiere devorar a tal pecador y hundirlo en el infierno.

Eso es lo que significa acarrearnos la muerte mediante el pecado y matarnos mediante el pecado: eso es lo que significa excitar el pecado mediante la ley y colocarlo delante de nuestros ojos y convertir todo nuestro engreimiento en un fracaso, temblor y desesperación, de manera que el hombre no puede hacer otra cosa que exclamar con el profeta: "He sido desechado por Dios"  o como se dice en alemán: Soy del diablo, no podré salvarme jamás.

Esto significa ser llevado al infierno. Lo dice San Pablo en pocas palabras, 1ª Corintios 15: "El aguijón de la muerte es el pecado, pero el poder de los pecados es la ley". Es como si dijera: la muerte nos hiere y nos mata, por el pecado que hay en nosotros, pues éste nos hace culpables de muerte; pero es debido a la ley que el pecado se encuentre en nosotros y nos entregue decididamente a la muerte, pues ella nos revela el pecado y nos induce a reconocer lo que antes no conocíamos, por lo cual nos sentíamos seguros. ¡Y hay que ver con qué vehemencia desempeña y practica Moisés este su oficio!
 Porque, a fin cíe estigmatizar totalmente la naturaleza, no sólo promulga leyes —como los diez mandamientos— sino que también tilda de pecado lo que por naturaleza no es pecado, imponiendo y aplastando con multitud de pecados.

Pues la incredulidad y el deseo malo son por naturaleza pecado y dignos de muerte; pero comer pan ácimo en Pascua o animal impuro o hacerse incisiones en el cuerpo, y todo lo que el sacerdocio levítico designa como pecado, no es por naturaleza pecado y malo, sino que se vuelve pecado sólo por el hecho de que se prohíbe por la ley —ley que se puede rescindir. Pero los diez mandamientos no se pueden rescindir, pues habría pecado aun cuando no existiesen los mandamientos o no fueran reconocidos; así como también es pecado la incredulidad de los paganos aunque no lo sepan ni lo consideren pecado.

Vemos, pues, que éstas y tantas otras diversas leyes de Moisés no fueron promulgadas con el único objeto de que nadie se elija su propio modo de hacer el bien o vivir correctamente, como se dijo antes, sino para que la empecinada ceguera tuviera que reconocerse a sí misma y sentir su propia incapacidad y nulidad para hacer el bien, y de esa forma fuese obligada e impulsada mediante la ley a buscar algo más que la sola ley y la propia capacidad, es decir, la gracia de Dios prometida en el Cristo que habría de venir.

Pues toda ley de Dios es buena y correcta, aunque solamente ordene cargar estiércol o recoger paja. Pero, por eso, no puede ser piadoso ni de buen corazón quien no cumpla o cumpla a disgusto con esa buena ley. Consecuentemente todo hombre por naturaleza puede cumplir la ley sólo a disgusto. Por eso debe reconocer y sentir su propia maldad, por medio de la buena ley de Dios y suspirar y anhelar el auxilio de la gracia de Dios en Cristo.

Por eso, cuando viene Cristo, cesa la ley, especialmente la levítica, que convierte en pecado lo que por naturaleza no es pecado, como ya se ha dicho. También cesan los diez mandamientos, no en el sentido de que no se los deba guardar o cumplir, sino que el oficio de Moisés cesa en ellos, de modo que no realza más el poder del pecado mediante los diez mandamientos y el pecado ya no es el aguijón de la muerte.

Pues por Cristo el pecado ha sido perdonado y Dios ha sitio reconciliado, y el corazón ha comenzado a deleitarse en la ley. de manera que el oficio de Moisés ya no puede reprenderlo y declararlo pecaminoso, como si no hubiese guardado los mandamientos y fuese digno de muerte, tal como ocurría ames de la gracia y antes de que viniese Cristo. 

Esto lo enseña San Pablo, 2ª Corintios 3, cuando dice que se disipa el resplandor en el rostro de Moisés a causa del resplandor en el rostro de Jesucristo. Esto significa que el oficio de Moisés, que nos convierte en pecadores y nos avergüenza con el resplandor del reconocimiento de nuestra maldad y nulidad, ya no nos causa dolor ni tampoco nos espanta con la muerte, pues tenemos el resplandor en el rostro de Cristo, es decir, el oficio de la gracia, mediante el cual llegamos a reconocer  a Cristo, con cuya justicia, vida y fortaleza cumplimos la ley y vencemos la muerte y el infierno.
Así también los tres apóstoles vieron en el monte Tabor a Moisés y a Elías, y sin embargo no se espantaron ante ellos, por causa de la dulce gloria en el rostro de Cristo. Pero en Éxodo 34, por no estar presente Cristo, los hijos de Israel no podían soportar la gloria y el resplandor en el rostro de Moisés, por lo cual éste tuvo que cubrirlo con un velo.

Hay, pues, tres clases de discípulos de la ley:
Los primeros son los que escuchan y desprecian la ley, y llevan una vida perversa y sin temor. A éstos no les llega la ley. Están representados por los adoradores del becerro en el desierto, por causa de los cuales Moisés rompió las dos tablas y no les llevó la ley.

Los segundos son los que intentan cumplir la ley por sus propias fuerzas, sin la gracia; y están representados por los que no podían ver el rostro de Moisés cuando trajo las tablas por segunda vez. A éstos les llega la ley, pero no la pueden tolerar; por eso la cubren con un velo y llevan una vida hipócrita de obras legales externas; todo lo cual, sin embargo, la ley convierte en pecado si se quita ese velo, pues la ley nos muestra que nuestra capacidad es nula sin la gracia de Cristo.

Los terceros son los que ven claramente a Moisés sin velo. Son los que comprenden la intención de la ley, es decir, que ella exige cosas que no podemos cumplir.

En este caso el pecado muestra su poder; la muerte es poderosa; la lanza de Goliat es como rodillo de telar y la punta de su lanza consta de seiscientos siclos de hierro, de modo que todos los hijos de Israel huyen ante él, excepto David, es decir, Cristo nuestro Señor, que nos salva de todo esto.

Porque si a la gloria de Moisés no se sumara la gloria de Cristo, nadie podría soportar el resplandor de la ley y el espanto del pecado y de la muerte. Estos discípulos reniegan de toda su obra y soberbia y no aprenden en la ley otra cosa que reconocer los pecados y anhelar a Cristo, lo cual es también el verdadero oficio de Moisés y la verdadera naturaleza de la ley.

 Así también el propio Moisés ha indicado que su oficio y doctrina estarían en vigencia hasta el advenimiento de Cristo y que entonces cesarían, al decir en Deuteronomio 18: "El Señor tu Dios te levantará un profeta de entre tus hermanos, como a mí, al cual deberás escuchar", etc.

 Éste es el pasaje más noble y por cierto el núcleo de todos los libros de Moisés, al cual los apóstoles aluden con insistencia y citan muy a menudo para corroborar el evangelio y abolir la ley, del cual también los profetas se valieron frecuentemente.

Del hecho de que Dios promete otro Moisés, al cual deben escuchar, se sigue necesariamente que éste enseñará algo distinto que Moisés; y que Moisés le entrega su poder y se retira, para que se escuche a aquél.

Por consiguiente, este profeta no puede enseñar la ley, ya que Moisés lo ha realizado al máximo, por lo que no es necesario levantar a otro profeta a causa de la ley. Por lo tanto, el pasaje se refiere de seguro a la doctrina de la gracia y a Cristo.

Por esa razón San Pablo llama a la ley de Moisés "el antiguo pacto"; y también Cristo al instituir el "nuevo pacto". Y es un pacto, porque en él, si lo guardan, Dios promete y asigna al pueblo de Israel la tierra de Canaán. En efecto se la concedió, siendo confirmado por la sangre y la muerte de un carnero y de un cabrito. Pero, por no estar basado ese pacto en la gracia de Dios, sino en obras humanas, tenía que envejecer y cesar, perdiéndose de nuevo la tierra, precisamente porque por medio de obras no se puede cumplir la ley.

Y debía surgir otro pacto que no envejeciera, y que tampoco se basara en nuestra acción, sino en la palabra y obras de Dios, para que perdurara eternamente. Por eso, es confirmado por la muerte y la sangre de una persona eterna, y se promete y otorga una tierra eterna.

Hechas estas observaciones en cuanto a los libros y el oficio de Moisés, preguntamos: ¿Qué son, pues, los otros libros de los profetas y los históricos?

Respuesta: No son otra cosa que lo que es Moisés. Pues todos desempeñan el mismo oficio que Moisés, y resistiendo a los falsos profetas; para que no induzcan al pueblo a las obras, sino que persistan en el verdadero oficio de Moisés v en el verdadero conocimiento de la ley.  E insisten en conservar a la gente, mediante la correcta comprensión de la ley, conscientes de su impotencia propia, impulsándola hacia Cristo, como hace Moisés.

Por eso se explayan en cuanto a lo que Moisés dijo de Cristo, y aducen dos clases de ejemplos: los que entienden correctamente a Moisés y los que no lo entienden, y el castigo y la recompensa para ambos. Por consiguiente, los profetas no son otra cosa que administradores y testigos de Moisés; y de su oficio, para que mediante la ley dirijan a todos hacia Cristo.

Por último, correspondería también señalar el significado espiritual que se nos presenta por la ley levítica y el sacerdocio de Moisés. Pero habría que escribir mucho, lo cual exigiría espacio y tiempo, y debiera explicarse de viva voz. Pues ciertamente Moisés es una fuente de toda sabiduría y entendimiento, de la cual ha brotado todo lo que los profetas supieron y dijeron.

A ello se añade también que el Nuevo Testamento fluye de Moisés y está basado en él, como hemos oído. Pero para dar una pequeña y breve sugestión a los que poseen la gracia y el entendimiento para investigar más, ofrezco lo siguiente:

Si quieres interpretar bien y con certeza, pon tu mirada en Cristo, pues él es el hombre en el cual se concentra absolutamente todo. Por eso, al sumo sacerdote Aarón lo has de identificar con Cristo, como lo hace la Epístola a los Hebreos, la cual casi por sí sola basta para interpretar todas las tipificaciones de Moisés.

Asimismo es cierto que Cristo mismo es la víctima y también el altar, el cual se ha sacrificado a sí mismo con su propia sangre, como lo anuncia la misma epístola. Así como el sumo sacerdote levítico borraba con ese sacrificio solamente los pecados declarados como tales por la ley, sin serlo por naturaleza, así nuestro sumo sacerdote Cristo borró el pecado verdadero que por naturaleza es pecado con su propio sacrificio y sangre, y entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo para reconciliarnos. 

Por consiguiente,  todo lo que se ha escrito del sumo sacerdote hay que aplicarlo a Cristo personalmente y a ningún otro.
Pero a los hijos del sumo sacerdote, que se dedican al sacrificio diario, tienes que tomarlos como referencia a nosotros los cristianos, los cuales, ante nuestro padre Cristo, que está sentado en el cielo, vivimos en el cuerpo aquí en la tierra, no habiendo llegado en forma plena a su presencia, sino espiritualmente por la fe.

 El oficio de los sacerdotes de matar y sacrificar no significa otra cosa sino predicar el evangelio, mediante el cual el viejo hombre es degollado y sacrificado a Dios, es quemado y consumido mediante el fuego del amor en el Espíritu Santo, lo cual es un sacrificio de suave olor para Dios, es decir, produce una conciencia buena, pura y segura ante Dios. Ésta es la interpretación de San Pablo en Romanos 12, cuando enseña que debemos sacrificar nuestros cuerpos a Dios, un sacrificio vivo, santo, agradable: y esto es lo que hacemos, como se ha dicho, mediante la constante práctica del evangelio, insto al predicar como a creer.

 Lo dicho sea suficiente como instrucción para buscar a Cristo y el evangelio en el Antiguo Testamento.

El lector de esta Biblia debe saber también que me he preocupado por escribir el nombre de Dios que los judíos llaman tetragramaton con mayúsculas, es decir, SEÑOR: y el otro, que designan con Adonai, con mitad en mayúsculas, es decir Señor. Porque entre todos los nombres de Dios son estos dos los que se aplican sólo a Dios, al verdadero Dios: los otros se atribuyen a menudo también a los ángeles y santos.

Lo he hecho así para que se pueda deducir inequívocamente que Cristo es verdadero Dios, ya que Jeremías 23 lo llama SEÑOR, al decir: "Lo llamarán SEÑOR, nuestro justificador"; lo mismo se puede encontrar en otros pasajes.

Con esto encomiendo a todos mis lectores a Cristo, y les pido que me ayuden a obtener de Dios el poder llevar esta obra a un fin provechoso; pues reconozco abiertamente que he emprendido demasiado, en especial al traducir el Antiguo Testamento.

Pues lamentablemente la lengua hebrea ha decaído tanto que ni los propios judíos saben mucho de ella, y sus explicaciones e interpretaciones —que he revisado— no son dignas de confianza. Considero que si ha de aparecer la Biblia, somos los cristianos quienes debemos hacerlo, por tener la comprensión de Cristo, sin la cual de nada sirve tampoco el conocimiento de la lengua.

Por esta carencia muchos de los antiguos traductores —incluso Jerónimo— se equivocaron en muchos pasajes. Yo, sin embargo, si bien no puedo jactarme de haber acertado en todo, no obstante puedo decir que esta Biblia alemana es en muchas partes más clara y exacta que la latina, de modo que es verdad que la lengua alemana cuenta así con una mejor Biblia que la lengua latina, siempre que los impresores, con su acostumbrado descuido, no la arruinen. Me remito al juicio de los lectores.

Ahora bien, también se pegará el lodo a la rueda y no habrá nadie, por torpe que sea, que no quiera ser mi maestro y censurarme aquí y allá. Dejémosle que lo haga. Desde el comienzo sabía muy bien que me sería más fácil encontrar a diez mil que censuren mi trabajo antes que a uno solo que hiciera la vigésima parte de lo que he hecho. Yo también podría ser muy docto y demostrar admirablemente mis conocimientos, criticando la Biblia latina de San Jerónimo.

Pero también él seguramente me desafiaría a que yo haga lo mismo que él. Si hay alguien que tenga tanto o más conocimiento que yo, que emprenda la tarea de traducir la Biblia entera y que me diga después de lo que es capaz. Si lo puede hacer mejor, ¿por qué no preferirlo a él? Yo también creí ser docto; y también sé que por la gracia de Dios soy más docto que los sofistas de las universidades.

Pero ahora veo que ni aun conozco mi alemán vernáculo. No he leído hasta ahora ningún libro o carta que contenga un alemán correcto. Nadie tampoco se esfuerza en hablar correctamente el alemán, especialmente las cancillerías de los señores, los predicadores mendicantes y los poetastros que piensan que tienen el poder de cambiar el idioma alemán y nos inventan iodos los días nuevas palabras: beherzigen, behändigen, erspriesslich, erschiesslich, y otras semejantes.

Sí, estimado amigo, es además wohl betoret und ernarret.
En suma, aunque todos trabajásemos en conjunto, tendríamos suficiente todos para traer a la luz la Biblia; el uno con el entendimiento, el otro con el idioma. Yo mismo no he trabajado solo en esta obra, sino que he utilizado los servicios de quien podía. Por eso solicito que se deje de hablar mal y de confundir a la" pobre gente y que se me ayude donde se pueda.

Si alguien no quiete hacer esto, entonces ocúpese en hacer su propia traducción de la Biblia. Pues los que solamente hablan mal y critican no son tan piadosos y honestos como para querer tener una Biblia libre de errores, ya que saben que no son capaces de producirla: sino que quieren ser maestros sabiondos en una arte de otros, en circunstancias que, en su propia arte, todavía no han llegado a ser discípulos. Dios quiera llevar a término la obra que ha comenzado. Amén.