miércoles, 13 de julio de 2011

Análisis del Libro de Romanos

Autor: El apóstol Pablo.
Destinatarios: Los cristianos romanos. (1:7).
Textos Claves: 1:16
"No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego,"

"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo," 5:1

Tema Principal:
El plan de Salvación: La justificación por fe y la santificación a través del Espíritu Santo.
Exhortación acerca de los deberes del cristiano.

ROMA: Los más antiguos datos históricos que hoy se poseen sobre los orígenes de la ciudad de Roma se remontan al s. VIII a.C. Por entonces comenzaron a poblarse las siete colinas vecinas al río Tíber sobre las que, en un futuro aún lejano, habría de alzarse la capital del mundo conocido.


Aquellos primitivos asentamientos humanos crecieron poco a poco. Se unieron entre sí, establecieron principios de convivencia y sentaron las bases que un día conducirían a la instauración de un sistema de gobierno colectivo, conforme al modelo de república que caracterizó a Roma entre los S. VI y II a.C.

En la época de Jesús, la república de Roma se había transformado en imperio. Y fue en pleno corazón de aquel imperio romano, en parte admirable, y en parte lleno de conflictos y moralmente degradado, donde surgió la iglesia a la que el apóstol Pablo escribió esta epístola, sin duda la más importante de las suyas desde el punto de vista teológico.

A medida que se afirmaba la unidad del estado crecía su capacidad económica y militar, de donde se derivó también un fuerte anhelo de posesión territorial que empujó a Roma a la conquista de países y al sometimiento de gentes de muy diversas nacionalidades y lenguas. Con el paso de los años, se hizo dueña de toda la cuenca del Mar Mediterráneo y sus territorios circundantes, y aun mucho más allá. 


Propósito: La Epístola de Pablo a los Romanos (=Ro) ha enriquecido el testimonio de generaciones de creyentes a lo largo de la historia. La profundidad de pensamiento del autor pone de relieve su confiada entrega a la gracia de Dios, y manifiesta su vocación y el fervor que lo anima; un fervor evangelizador que ha inspirado acontecimientos decisivos para la historia y la cultura de la humanidad.

Cuando el apóstol redactó esta epístola, la más extensa de todas las suyas, aún no se le había presentado la ocasión de visitar a los creyentes residentes en Roma (1.10–15). Sin embargo, la larga lista de saludos del capítulo 16 parece probar que ya por entonces contaba con no pocas relaciones y afectos entre aquel grupo de hombres y mujeres que, en pleno corazón del imperio, habían sido «llamados a ser de Jesucristo» (1.6, 7). No obstante, es ese conocimiento que el apóstol demuestra tener de muchos creyentes de una iglesia a la que nunca había visitado, lo que ha motivado que algunos estudiosos piensen que el capítulo 16 no formó parte originalmente de esta carta. Opinan que pudo pertenecer a otra, posiblemente una dirigida a Éfeso, donde Pablo sí había estado en más de una ocasión y, una vez a lo menos, durante un largo espacio de tiempo (véase Introducción a Efesios).



Pablo se había propuesto muchas veces viajar a Roma (1.9–10,13, 15; 15.22–23), para anunciar allí el evangelio (1.15) y comunicar a los hermanos «algún don espiritual», para ser «mutuamente confortados por la fe» en Cristo (1.11–12). Pero es ahora, al considerar a España como campo de su inmediata labor misionera, cuando ve llegar también la oportunidad de realizar la anhelada visita (15.24, 28).

En esas circunstancias, el apóstol pareció entender que su presencia en Roma contribuiría a superar algunas tensiones que se estaban presentando en la iglesia. Pasajes como 11.11–25 y 14.1–15.6 revelan que sobre la comunión fraternal se cernía un serio peligro de división, a causa de rivalidades surgidas entre creyentes de distinta procedencia: los unos del judaísmo y los otros del paganismo (cf. a este respecto Hch 6.1; Gl 1.7; 2.4).

Fecha y lugar de redacción: Esta epístola fue escrita probablemente alrededor del año 55, durante una permanencia de Pablo en la ciudad de Corinto. Tanto por su contenido como por sus características literarias, se aproxima a la epístola enviada a las iglesias de Galacia. Las dos pertenecen a la misma época y revelan similares intereses doctrinales. Lo que no se sabe es cuál de ellas fue redactada primero. Por eso, algunos ven en Romanos una exposición ampliada, muy meditada y serena, de la breve epístola a los gálatas, mientras que otros piensan que Gálatas es una especie de síntesis polémica y vehemente de la carta a los romanos.

Como quiera que sea, ambos escritos deben considerarse desde una perspectiva común, puesto que en definitiva se trata de la transmisión de un mismo mensaje que incluye idénticos conceptos fundamentales: el dominio del pecado sobre todos los seres humanos (Ro 1.18–2.11; 3.9–19, cf. Gl 3.10–11; 5.16–21), la incapacidad de la Ley de Moisés para salvar al pecador (Ro 2.12–29; 3.19–20; 7.1–25, cf. Gl 2.15–16; 3.11–13,21–26), la gracia de Dios revelada en Cristo (Ro 1.16–17; 3.21–26, cf. Gl 2.20–21; 4.4–7), la justificación por la fe (Ro 3.26, 30; 4.1–5.11, cf. Gl 2.16; 3.11,22–26; 5.1–6) y los frutos del Espíritu (Ro 8.1–30, cf. Gl 5.22–26).

Contenido y estructura: En cuanto a la estructura literaria, Romanos se divide en dos partes principales: la primera es propiamente doctrinal (1.16–11.36); la segunda, de exhortación (12.1–15.13). Contiene además una introducción rica en conceptos teológicos (1.1–15) y una conclusión que completa el texto aportando gran número de notas de carácter personal (15.14–16.27).

Los temas tratados en Romanos son teológicamente densos, pero Pablo los expone de un modo ameno, y hace fácil su lectura introduciendo variados recursos estilísticos: diálogos, preguntas y respuestas, citas del AT, ejemplos y alegorías. La sección doctrinal es la más extensa. Pablo reflexiona acerca del ser humano, dominado por el pecado e incapaz de salvarse por su propio esfuerzo. Afirma, como el salmista (cf. Sal 14.1–3; 53.1–3), que todos, tanto judíos como gentiles, «pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (3.23); que solo Dios puede salvar a los pecadores, y que lo hace por pura gracia, «mediante la redención que es en Cristo Jesús» (3.24).

El tema de la fe y su importancia para la reconciliación del pecador con Dios se extiende de 3.21 a 4.25. En un lenguaje jurídico magistralmente utilizado, el apóstol introduce términos como "ley", "mandamiento", "transgresión", "justificación", "gracia" y "adopción". Pero los presenta bajo la nueva luz de la libertad y la paz ofrecidas en Cristo al pecador que se arrepiente, con quien Dios ha querido establecer una definitiva relación de amor y de vida (5.1–8.39).

Los capítulos 9 al 11 constituyen una unidad temática que se destaca del resto de la epístola. Aquí Pablo nos descubre su íntima preocupación porque Israel no ha llegado a comprender que «el fin de la Ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree» (10.4). Sin embargo, el apóstol está persuadido de que Dios no abandonará nunca a su pueblo escogido (11.1–2), por cuanto «irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios» (11.29). Israel será restaurado (11.25–28), porque Dios tendrá misericordia de él como también la ha tenido de los gentiles (11.11–24,30–32).

La segunda parte de Romanos comienza en 12.1. Es una exhortación a vivir según la ley del amor, una apelación a la fe y a la conciencia cristiana. Todo creyente es llamado a poner en práctica esa ley, sea en el seno de una congregación de fieles (12.3–21; 14.1–15.13), sea en las relaciones con la sociedad civil (13.7–9) o con las autoridades y altas magistraturas del estado (13.1–7).

La fe debe manifestarse en la autenticidad del amor. Por lo tanto, la fe se opone a cualquier actitud de soberbia personal o colectiva. La jactancia y el menosprecio al prójimo no se corresponden con la solidaridad, que resulta del amor y le rinde testimonio (12.1–15.13).

A partir de 15.14 y hasta 16.27 se desarrolla el epílogo de la epístola. Es una extensa y cautivadora relación de observaciones personales, recomendaciones y saludos dirigidos a una serie de fieles, de muchos de los cuales se hace constar las virtudes que los adornan. Pablo une a los suyos los saludos de algunos de sus colaboradores, como Timoteo y como Tercio, que escribió la epístola, y también de algunos parientes, como Lucio, Jasón y Sosípater (v. 21–22). Pero el capítulo 16 no solo registra saludos y recomendaciones, sino que dedica hasta sus últimas palabras a animar a sus lectores y a afirmar la victoria reservada para cuantos confían en el poder de Dios («Y el Dios de paz aplastará muy pronto a Satanás bajo vuestros pies», v. 20).

Finalmente, una espléndida doxología cierra la epístola como con broche de oro (16.25–27).

Esquema del contenido:


Prólogo (1.1–15)
1. Parte doctrinal: Salvación por la fe (1.16–11.36)
2. Parte exhortatoria: Conducta cristiana (12.1–15.13)
Epílogo (15.14–16.27)

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