Los
esfuerzos de los sirios por socavar el control egipcio sobre este territorio
finalmente tuvieron éxito. En la batalla de Paneas (198) Antíoco el Grande
derrotó a Scopas y su ejército. Poco después Antíoco mismo experimentó la
derrota a manos de los romanos y fue obligado a pagar tributo.
Nos
enteramos de una intentona, hecha durante el reinado de su sucesor, de saquear
la tesorería del templo de Jerusalén para mitigar la zozobra fiscal. Una crisis
en las relaciones sirio-judías tuvo lugar durante el régimen de Antíoco IV
(Epífanes), que tenía la ambición de gobernar sobre un estado fuerte,
totalmente helenizado, llegando aun a regular la vida religiosa del pueblo.
Proclamó su divinidad en sus monedas, que llevaban la inscripción, "del
Rey Antíoco, Dios Manifiesto, Portador de la Victoria".
El
conflicto sobre la helenización de Judea no había sido hasta este momento,
entre los sirios por una parte y los judíos por la otra, sino entre el partido
prehelénico de los judíos y el partido de la resistencia, judío también. Pero
ahora el grupo prehelénico estimó que podía ser más agresivo debido al respaldo
de Antíoco.
La
presión era muy fuerte sobre aquellos que buscaban resistir las innovaciones
del estilo de vida griego. Hasta qué punto hubiese llegado el proceso si
hubiese seguido un rumbo pacífico, es algo que puede debatirse. Pero la acción
del monarca de forzar la helenización cristalizó el espíritu de resistencia y
llevó a la revuelta declarada. Los del grupo de la oposición eran conocidos
como los hasidim (los píos).
Eran hombres dedicados a la defensa de la
religión y de las costumbres judías en un esfuerzo por detener la corriente de
la apostasía. Su alto propósito se contrastaba con el aventurismo egoísta de
sus compatriotas, que trataba su herencia judía con liviandad a efectos de
obtener para Jerusalén una situación favorable entre las colonias griegas de
Siria y Palestina y una posición de riqueza y liderazgo para sí mismos.
La
situación llegó a una crisis cuando Antíoco estaba en Egipto. Dos personajes
locales contendían por el sacerdocio supremo en Jerusalén y se desató la
violencia entre sus seguidores en la ciudad. Al enterarse de los disturbios, el
rey regresó apresuradamente a sus dominios bajo la impresión de que Judea se
había sublevado contra él y ordenó a sus
soldados que atacasen al populacho, con la consecuente gran pérdida de vidas.
Poco
después de esto, cuando se encontraba una vez más en Egipto, siendo frenado en
sus ambiciones allí por los romanos, regresó por Palestina de mal talante y
decidió llevar a los judíos a la helenización total por decreto real. La
práctica del judaísmo fue abolida.
Aquellos
que se resistieron fueron matados o esclavizados. Elementos distintivos como:
·
la
observancia del sábado,
·
la
circuncisión, y la adoración en el templo fueron proscritas.
·
Las
Escrituras fueron destruidas.
Finalmente, en Diciembre del año 168 Antíoco
confiscó las copas sagradas y la tesorería del templo y edificó sobre el altar
de bronce un altar para sacrificios paganos, ofreciendo cerdos sobre el mismo
como un insulto deliberado contra los judíos.
Sin
duda esto hasta sacudió a muchos griegos que estaban a favor de la extensión
pacífica de su estilo de vida entre otros pueblos, puesto que significaba que
los judíos estaban siendo forzados a abandonar su religión nativa, algo sagrado
tanto para la gente griega como para la hebrea.
Algunos que habían permanecido firmes
anteriormente ahora negaron la fe, pero muchos resistieron y sufrieron el
martirio. La llama del judaísmo parecía
quemar muy bajo, cuando repentinamente se reavivó con fiero vigor. Un sacerdote
llamado Matatías que había dejado Jerusalén para establecerse en Modín, se
encontró con que no podía escapar la situación ni siquiera allí.
Cuando el comisionado griego llegó al lugar
y ordenó a Matatías, como sacerdote que era a dirigir el culto pagano, el
anciano se vio obligado a tomar una decisión.
El rehusó obedecer, y cuando otro judío
pasó al frente en su lugar, lo mató y eliminó también al comisionado griego.
Seguidamente, tomando a sus hijos, huyó a las serranías. Este incidente fue la
chispa que encendió la rebelión por todo el territorio.
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